Sunday, 21 August 2011

Laos

Escribiré acerca de Tailandia cuando estemos allá de nuevo, cuando tenga la memoria fresca para hacerle justicia a todas las cosas hermosas de ese país. A veces cuando veo que Gareth publica mucho más cercano a la fecha de las visitas me dan ganas de llevar el mismo ritmo, pero no en este caso, la distancia que me dan Laos y Cambodia para ver a Tailandia en perspectiva ha permitido que no escriba un post impregnado de alabanzas al país que nos fascinó de entrada por hacer un contraste tan marcado con las dificultades que experimentamos en India. Pero como Tailandia es mucho más que una cuerda salvavidas me dejo las descripciones de ahí para cuando regresemos.

De Tailandia tomamos un "sleeping train" hasta la frontera con Laos. Un tren que se suponía iba a durar 12 horas (de 8pm a 8am) pero que duró como 17… al menos el tren era cómodo y tenía cocina a bordo (ay las comparaciones con India de nuevo!) pero igual no dormimos, Gareth ya explica en detalle en su post las razones.

Sobra decir lo mucho que disfruto esos microcosmos que son los trenes nocturnos. Me deleita observar a los que se toman el viaje tan enserio que hasta se ponen pijama de dos piezas, ver a las familias, incluyéndonos a nosotros mismos, haciendo el viaje hasta el baño a lavarse los dientes en manada, fijarme en pasajero solitario que le cuesta quedarse en su compartimento por más de una hora y sube y baja el pasillo con unos niveles de energía que disminuyen con la cercanía al destino. Y en el caso de este tren era una verdadera delicia ver pasar al mesero del vagón, un travesti rubio con un labial rosa que le combinaba di-vi-na-men-te con los zapaticos de charol beige, super amable con nosotros y adorable con Oisín. Había que verla deteniéndose a mitad del pasillo para cederle el paso a un parco policía ferrovial con un ligero movimiento de melena.

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Llegamos a la frontera después del mediodía y la vuelta de la visa no involucro mucho más que llenar un formulario pequeño y pagar en ventanilla más de lo que habíamos previsto. El contraste con Tailandia se nota inmediatamente, la gente en general habla menos Ingles y hay un cierto desaceleramiento hipnotizador en las calles, como que las cosas se hacen a su tiempo y no antes. Después de cruzar la frontera compartimos un taxi con una japonesa preciosa de ojos verdes y con un bronceado tan bien establecido que delataba meses de estar viajando. Así llegamos a Vientiane, capital de Laos, la capital más relajada que yo he visto, tanto así que no parece capital. El libro de guía prometió con hipérboles una ciudad que todavía se experimenta el legado colonial francés, una ciudad que yo no encontré, la ciudad que encontramos es un lugar sosegado donde los carros van despacio y casi nunca emplean el pito, una ciudad que parece replicar el ritmo lento y constante de las aguas del Mekong.

Mekong

Conocimos a una chica encantadora, Javiera, la segunda Chilena que encontramos en dos meses viajando sola. A Javiera la encontramos unos días más tarde cuando llegamos a Luang Prabang al norte de Laos lista para irse a un retiro de meditación de diez días. En nuestra primera noche de hotel en Luang Prabang en una casa de huéspedes de lo más simple y gris, encontré un libro de Herman Hesse que no había leído: Journey To The East. Como casi siempre que termino leyendo uno de sus libros, este llegó en un momento muy oportuno. El viaje nuestro ha estado desde el principio marcado por experiencias espirituales que siempre experimentamos de segunda mano. Todas esas manifestaciones de fe de terceros han ido despertando un interés en conocer más acerca del budismo. A esto hay que sumarle el libro maravilloso que nos regaló nuestro amigo Rick Hall antes de salir de Belfast (Blood Washing Blood) Así que por estos días de playa en la costa de Cambodia me entretengo leyendo las transcripciones de un seminario de un Rimpoche a un grupo de occidentales.

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